La Ecología Emocional es “el arte de la sostenibilidad emocional” y a
este arte dedicamos el tema del Foro del pasado día 4 de febrero.
Los creadores de este modelo,
Mercè Conangla y Jaume Soler, definen la Ecología Emocional como el “arte de gestionar, de manera sostenible,
nuestro mundo emocional de forma que
nuestra energía afectiva nos sirva para mejorar como personas, para aumentar la
calidad de nuestras relaciones y para mejorar
el mundo en que vivimos.”
El concepto clave es la
sostenibilidad emocional: formamos parte de un ecosistema humano, en el que
todo lo que hacemos y lo que no hacemos tiene impacto en el clima emocional
global, tanto para equilibrar como para desequilibrar. En ese sentido, para
alcanzar la sostenibilidad emocional hay que trabajar las tres R:
· Reducir
los contaminantes emocionales (los “tóxicos” que emanamos)
· Reciclar
recursos y emociones (potenciar nuestras capacidades y habilidades)
· Recuperar
la armonía (alcanzar el equilibrio)
Puesto que formamos parte de un
ecosistema global, debemos tener en cuenta tres leyes fundamentales de ecología
emocional:
1. Ley de la diversidad y riqueza de afectos.
Todas las emociones y afectos son necesarias, incluso las desagradables: nos
dan información valiosa para nuestro propio conocimiento. Debemos darnos permiso para sentir.
2. Ley de interdependencia afectiva. Por
una parte nadie es emocionalmente autosuficiente, y por otra, existe el
“contagio emocional”: todas las emociones tienen impacto en las personas que
nos rodean, también las “basuras emocionales”. Y de las relaciones que
establecemos con otras personas, depende en gran medida nuestra estabilidad
emocional.
3. Ley de la gestión ecológica de los recursos
afectivos. En nuestro mundo afectivo, hay recursos que facilitan nuestra
vida, nuestra adaptación, nuestras relaciones y el logro de nuestros objetivos
vitales. Pero, como recursos que son, tienen límites que dependerán de cómo los
gestionemos. Algunos de ellos (la alegría, la automotivación…) derivan en
“energías renovables”; otros (el miedo, la tristeza, ira…) pueden llevar a
energía que se pierda o que se utiliza para destruir, por lo que debemos
derivarlos en “energías reciclables”.
El modelo de Ecología
Emocional propone por tanto un abordaje de las emociones desde los
principios de la Ecología, con la intención de crear una conciencia responsable
hacia uno mismo y hacia lo que nos rodea ya que somos parte de un ecosistema
superior del que no podemos desconectarnos, por lo que debemos gestionar
nuestras emociones y canalizar su energía para construir un entorno sostenible
y en armonía.