Buenos noches amigos
Hoy
especialmente y con vuestro permiso me gustaría usar este espacio para escribir
sobre mi herencia.
La herencia que me deja la
persona más especial, humilde y fuerte que he conocido: mi padre. MI BENDICIÓN.
Una herencia que esperaba y que
más o menos sabía por la trayectoria de su vida pero que después de dos meses
en el hospital me lo vuelve a confirmar. Una herencia basada en las ganas de
vivir superando a los agentes externos , esas ganas de vivir teniendo un “para
qué” , un para qué basado en el amor, un amor puro y libre…amar por amar simplemente, qué
fácil definición y qué difícil ponerlo en práctica. Amando, amando y dando
tanto que aunque tu cuerpo físico sea nada, y tus fuerzas e incluso tu corazón
no te lo permitan, siga expirando fuerza y esencia.
En mis talleres siempre lo
decimos y, de hecho, ahora “dicen que está de moda”; pero es que después de la
experiencia con mi padre lo sé y lo he vivido; cuando tienes un motivo que te
haga moverte, una motivación que haga que tu vida tenga sentido, que haga que
te recargues las pilas. Cuando lo tengas, no habrá nada que te pare y si no lo
tienes…BÚSCALO. Pero búscalo con ganas, con fuerzas, con energía, con esfuerzo;
que no te pare la opinión de tu entorno, tus miedos, tus dudas y, menos, los
demás que no tienen su motivo…no pienses que no puedes porque siempre se puede
y si te caes vuelve a levantarte y sé humilde y sencillo para reconocerlo y
pedir apoyo en los demás…pero siempre sigue.
Sigue con amor, con una sonrisa y, sobre todo, con una mirada que te
defina y que, al mirarte a los ojos, defina tu corazón y tu esencia.
Desde que tengo uso de razón
recuerdo a mi padre sonriendo, bailando, bromeando, dedicándole tiempo a mi
madre y, sobre todo, a sus hijos, a sus amigos y a sus hermanos. Él invertía el
tiempo en lo que realmente le hacía feliz, y si algo no le gustaba siempre
sacaba lo bueno del momento. Siguió así incluso durante los diez últimos años
sin moverse o casi hablar…daba igual, él seguía sonriendo y dando GRACIAS. Por
eso para mí no ha sido cuidarlo, al revés, me ha cuidado a mí y enseñado en
cada paseo que dábamos juntos, en cada beso, en cada verano mirando el mar
juntos en el chiringuito o en su terracita, en cada baile que, al pobre, sin
ganas, yo lo cogía y lo levantaba para bailar conmigo porque eso me cargaba las
pilas, en cada cambio postural me sonreía y mi alma se iluminaba, en cada ducha
y su piel brotaba un perfume especial….en cada cosa…me daba igual, yo era sus
manos, sus pies, y su voz, porque él no me pedía nada y me daba “todo”. Todo lo
que una hija puede pedir de su padre. Me siento y me seguiré sintiendo
afortunada de mi ángel y de que me diera la oportunidad de haber podido pasar
por esta experiencia tan especial y única a su lado.
Ésta es la herencia que me ha
dejado mi padre, es un ejemplo de vida, anónimo y extraordinario, porque con insuficiencia respiratoria y muy
muy débil, seguía con su mirada expresando
el amor que nos venera, y no lo digo porque sea su hija, sino porque quién lo
haya visto lo puede afirmar. Me hizo pensar esto cuando vino una gran amiga a
vernos y luego por Whatsapp me escribió: “Me
ha encantado ver las miradas que dedica a tu madre, que gesto de amor
incondicional, de quererla proteger”.
No sé si en sus últimos días de
lucha para estar en esta vida estuvo consciente o no, lo que sí sé que su
corazón siguió desprendiendo amor hasta
su última respiración. Y sé que seguirá desde el cielo , en ese sitio tan
especial donde está con sus hermanos, un sitio que tendrá un gran ventanal para
mirar el océano y esos barquitos pesqueros que tanto le gustan y, además,
tendrá una escalera larga para poder darse un gran baño de los suyos. Pero, sobre
todo, a través de ese gran ventanal seguirás….mirándonos y cuidándonos.
Gracias papá, por esta gran
lección, no sólo por protegerme, apoyarme y cuidarme toda tu vida, sino por
dedicarme tu amor por encima de las cosas que no se ven y que no podemos
apreciar con los sentidos ni expresar…pero… se SIENTEN.
Descansa en paz envuelto en rosas y con todo EL AMOR DE MI ALMA
María Fernández a mi padre Jose Luis
Su mirada... Siempre conservó esa mirada especial, abrumadora. No necesitó hablar, todo te lo decía con ella.
ResponderEliminarNuestro padre amaba mirando. Mostraba su corazón mirando.
Gracias María, gracias.
Mi padre tiene en su mirar sereno
Reflejo fiel de su conciencia honrada;
¡Cuánto consejo cariñoso y bueno
Sorprendo en el fulgor de su mirada!