Hace unos días, en una formación de Coaching Educativo a la que he asistido con Juan Fernando Bou, se nos invitó a trabajar nuestra “Identidad Pública”. El ejercicio consiste en pedir a unas 10 personas de tu entorno, bien profesional y/o personal que te digan, a ser posible por escrito, tres cualidades positivas y tres áreas a mejorar de tu personalidad, además es recomendable que cada característica sea explicada o se ponga un ejemplo. En un principio, como en la mayoría de las herramientas de Coaching, no está claro el ¿para qué? de esa herramienta, solo después de trabajarla empiezas a ser consciente de su potencialidad para mirarnos de forma introspectiva, viendo incluso más allá de nosotros mismos.
En mi caso, la primera sorpresa que te llevas es el cariño con el que tu gente responde. Es cierto que un rasgo de mi personalidad es dar, quizás más de lo que se espera. Posiblemente por ello me ha sorprendido recibir tanto. Para empezar tantas respuestas, en segundo lugar tanta sinceridad, en tercer lugar tanto cariño a la hora de hablar de mejoras o cosas menos positivas y por último ha sido divertido analizar cada respuesta mirando el mensaje latente debajo de las palabras: agradecimiento, respeto, confusión, reproche, admiración, amor…
La segunda sorpresa fue reconocer una sensación inicial de incomodez con algunas características, tanto positivas como con las áreas de mejora. En ocasiones resulta extraña la crítica constructiva, identificar nuestros defectos como algo positivo por la oportunidad de aprendizaje que suponen. Es mucho más fácil pensar que es una opinión ajena a nosotros, que puede que no nos conozcan demasiado, …, sin embargo, eso es lo que provoca nuestro comportamiento y por tanto ya podemos investigar si no queremos seguir repitiendo el patrón. Por el contrario, también puede ser habitual entender algunas características positivas como halagos, lo que para bien o para mal se suele descontar, o quitarles la importancia que tienen. En este caso es igualmente importante ser conscientes de que somos capaces de provocar esa reacción positiva en los demás y reconocerla puede ser un gran aliado en nuestra vida.
Por su puesto, prácticamente todas las características se repiten varias veces, por lo que es evidente que los demás no están equivocados y por supuesto somos conscientes de todas nuestras cualidades, positivas y a mejorar, otra cosa es que no queramos verlas.
Y aquí llega el trabajo del coach: consiste en enlazar todas ellas y detectar el patrón común que las une. Es impresionante como todas encajan, como cada cara tiene su cruz y como muchas de ellas son matices de este patrón común. Trabajar el autoconocimiento es básico para saber qué es lo que queremos cambiar de nosotros mismos, cuales son nuestras fortalezas, qué tenemos que sacar de la mochila que nos pesa tanto y en caso de dificultades, en qué nos vamos a apoyar que nos pueda sujetar. Sólo cuando tengamos esto identificado podremos enfrentarnos al cambio.
Finalmente quiero dar las gracias a todos los que han hecho de espejo para mi, gracias por dedicarme esos momentos de reflexión sobre quién soy, me costa que a algunos os he puesto en un aprieto y no deja de ser maravilloso poder pedir algo así. Os animo a que lo hagáis, es un ejercicio muy interesante.
P.D.- Un Adiós a Adolfo Suarez, icono del CAMBIO en España.
Me ha encantado leerte primi y me alegra poder participar de ese cambio.
ResponderEliminarGracias prima, tu opinión es muy valiosa, ya lo sabes.
EliminarInteresante ejercicio. Yo también lo hice hace tiempo y la verdad es que no es fácil exponerse a los demás así y más aún interiorizar las respuestas para sacarle ese jugo, para poder llegar a un autoconocimiento.
ResponderEliminarMuchas veces , la experiencia vivida condiciona nuestra percepción de la realidad y también la autoconfianza por lo que ese ejercicio que propones me parece súper interesante también para una mejora de la autoestima.
Un placer leerte. Un abrazo amiga
Gracias a ti, amiga. Realmente es así, un reto para nuestro autoconocimiento.
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